Resulta extraño que de la noche a la mañana un partido
político revise radicalmente su ideología y sus señas de identidad. Esto es
precisamente lo que ha hecho Podemos, sin dar una sola explicación, al
abandonar su original discurso anticapitalista para abrazarse a otro
socialdemócrata y posibilista como el que acaba de estrenar.
En mi opinión la razón es bastante obvia, y explica, además
de la inconsistencia de la formación, las dificultades con que se encuentra Podemos
en su propósito de ubicarse en una posición preponderante en el escenario
político español.
El auge de Podemos se explica por su habilidad
para poner voz a millares ciudadanos indignados, ávidos de proclamas extremas capaces de expresar
su profundo y justificado descontento y malestar. El éxito de este discurso
extremo y rompedor se evidenció en los sorprendentes resultados obtenidos en
las elecciones europeas, que ningún observador se había atrevido a pronosticar.
Lo que ocurre es que el discurso extremista y radical sólo
garantiza resultados relativamente satisfactorios y limitados a la
hora de conformar una opción mayoría de gobierno, pues su atractivo decrece
conforme ampliamos el espectro de eventuales votantes a considerar. La mayoría
de la sociedad española se define en el ámbito de la izquierda moderada, y en
ese entorno social un discurso extremista que se pretenda mayoritario está
condenado a fracasar.
Conscientes de esta realidad, los dirigentes de Podemos se
han precipitado a desprenderse de la vestidura extremista que lo encorseta en
una opción pujante pero minoritaria al fin y al cabo, para adoptar un semblante
moderado, socialdemócrata dicen ellos, convencidos de que así podrán
incrementar su potencial.
Pero esta deriva, puramente táctica y contradictoria, además
de que acabará distanciándoles de sus bases originarias, resulta bastante más
complicada de manejar, pues en el flanco moderado se va a topar con la
tendencia ciudadana a preferir el original frente a la copia, en la medida en
que el Partido Socialista sea capaz de reaccionar, como cada vez es más
evidente que está haciendo.
El comportamiento electoral no tiene porqué ser racional, pero en una secuencia lógica de los acontecimientos mi vaticinio es que Podemos va a comprobar muy pronto que su
deriva socialdemócrata no conduce a ningún lugar. Probablemente entonces
retomará el discurso extremista que le impulsó en sus orígenes a unas cotas
que, sin embargo, difícilmente volverá a recuperar, pues para entonces habrá
perdido la credibilidad y, lo que aun es más importante, capacidad de ilusionar.
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