En sus horas más bajas, el Partido Popular fía sus
posibilidades de recuperación a la de la economía en los próximos meses, cuya
primera prueba de fuego es la campaña de navidad que ahora comienza, y en la
que de las previsibles mejoras de las ventas van a querer deducir unas
mejores expectativas de futuro y, con ellas, con toda seguridad, el anticipo de una recuperación de la
confianza y con ésta de sus, hoy por hoy, poco prometedoras expectativas electorales.
Sin embargo como dicen que dijo aquél: “lo que no puede ser
no puede ser…” y el resto ya saben como sigue.
Por mucho que la ciudadanía quiera estirarse sencillamente
no puede, y en la medida en que lo haga será con toda seguridad insuficiente.
Los salarios se han
reducido en los últimos años. En el caso de los funcionarios en
más de un cinco por ciento en los últimos cinco años, un porcentaje superior si
descontamos la inflación.
Y si esto ocurre con los funcionarios, en el sector privado la reducción es aun mayor, con el añadido de que existen
casi tres millones de trabajadores menos.
Es decir, menos dinero para gastar en los bolsillos y menos tarjetas de crédito.
Salvo que se crea en los milagros que nadie espere
una campaña navideña espectacular. Tal vez mejore la del año
anterior, pero en modo alguno reactivará la
economía más que unas insignificantes décimas.
Si a lo anterior añadimos que las exportaciones se estancan ya me dirán de dónde puede venir el crecimiento.
Lo que se ve al fondo del túnel no es más que el brillo tenue de una linterna.
Lo que se ve al fondo del túnel no es más que el brillo tenue de una linterna.
La política de austeridad tiene sus consecuencias, y quienes la aplican llevan en el pecado la penitencia.