domingo, 22 de abril de 2012

Soraya y los extranjeros (pobres)

Sostiene la inefable Soraya Saenz de Santamaría que al gobierno no le gusta tomar las medidas a las que se está viendo obligado; yo lo dudo, al menos respecto de algunas de ellas. En concreto: dudo que no le agrade a este gobierno denegar la asistencia sanitaria a los extranjeros sin papeles. 
Es verdad que realizo un juicio de intención, pero me baso en algunos argumentos. No hay que ser un lince para advertir que en España, como en otras partes, hay mucha gente reacia a compartir beneficios con quienes vienen de fuera, sujetos molestos a los que no hay más remedio que soportar y mantener a costa de una merma en nuestros propios derechos. No me extraña que el gobierno comparta este planteamiento, y que haya saboreado el regusto demagógico de un recorte que buena parte de su clientela aplaude con entusiasmo.
Sin embargo, lo que más enerva de la medida que ha adoptado este gobierno es el argumento con que doña Soraya intenta explicar su justicia y supuesta razonabilidad. Según la vicepresidenta el acceso a la sanidad pública se deniega a los extranjeros no regularizados por la sencilla razón de que no pagan impuestos. 
El argumento no puede ser más falaz y lamentable. En primer lugar, debe saber la vicepresidenta, y seguro que lo sabe, porque es una mujer lista y estudiada, que los extranjeros sin papeles también pagan impuestos, al menos los indirectos, de los que nadie se salva. Claro está que lo hacen en función de sus capacidades económicas, que es precisamente lo que dice la Constitución, y por eso y sólo por eso, porque son más pobres, pagan menos, sobre todo los que no trabajan, no porque no quieran, sino porque la ley y el paro les impide hacerlo.
En cuanto a los impuestos directos, y en particular el de la renta, es una evidencia que no requiere demasiada explicación, que si los extranjeros no los pagan no es por delibarada insumisión; en realidad están deseando hacerlo, incluso aquellos que con salarios de miseria nutren nuestra próspera economía sumergida, esa que genera abultados beneficios en negro que a la postre éste gobierno, indulgente según los casos, perdona y amnistía, permitiendo a los explotadores y defraudadores blanquear por un módico diez por ciento. 
Por cierto, según el argumento de la vicepresidenta, y con más razón si cabe, a estos defraudadores patrios también habría que negarles la sanidad pública, pues teniendo la obligación tributar se niegan insolidariamente a hacerlo. ¿Tendrá sanidad pública el exalcalde de Santiago que desvió el importe del IVA a tapar sus agujeros? !Ah no!, que este hombre es español y la cosa va con los extranjeros, faltaría más. Bueno, pues entonces que no engañen, que eviten los falsos argumentos; que digan: no queremos dar sanidad a los extranjeros pobres. El discurso quedaría más claro, y aunque igual de inmoral e indigno, resultaría más honesto.

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