domingo, 29 de diciembre de 2013

La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joël Dicker



Se trata, probablemente, del fenómeno editorial del momento, y estoy dispuesto a reconocer con entusiasmo que lo es por sus propios méritos. La verdad sobre el caso Harry Quebert es una de esas novelas que acompañará a sus lectores para siempre, posiblemente porque, como suele suceder con los grandes libros, encierra una historia interesante y escrita magistralmente.
Corre el año 2008 y Marcus Goldman, un joven escritor que ha publicado una novela que lo ha llevado a tocar el éxito, sufre el síndrome de la página en blanco y se ve incapaz de cumplir sus compromisos con la editorial que lo ha encumbrado. En busca de inspiración decide trasladarse a Aurora, un pequeño pueblo de la costa este donde, en una casa de ensueño junto a la playa, rodeado de gaviotas y perfectamente integrado en la comunidad local, vive su antiguo profesor y ahora amigo y mentor Harry Quebert, autor de Los orígenes del mal, uno de los iconos literarios de los últimos tiempos.
En su corta estancia en Aurora, Marcus no encontrará inspiración con la que llenar los folios que su editor neoyorquino le reclama, pero sí restablecerá sus relaciones con Harry, el mismo que a los pocos días será acusado de asesinato, al descubrirse, enterrado en el jardín de su casa, el cuerpo de Nola Kellergan, una preciosa adolescente desaparecida en extrañas circunstancias más de treinta años atrás, con la que, y esta es la primera sorpresa de las muchas que depara la novela, Harry Quebert, entonces un joven y apenas conocido escritor empeñado en alumbrar una novela, venía manteniendo un secreto romance de verano.
A partir de entonces Marcus regresa a Aurora y se empeñará en demostrar la inocencia de su amigo Harry, iniciando una investigación que le llevará a desvelar una serie de antiguos secretos, a cada cuál más sorprendente e inesperado.
En sus casi setecientas páginas, la novela desarrolla una trama extraordinariamente compleja, narrada, sin embargo, con una sencillez y cercanía que, sin renunciar, en ocasiones, a interesantes incursiones literarias, proporcionan una lectura amena que atrapa desde la primera página al lector.
Como extra, el autor regala, al inicio de cada capítulo, un sugestivo consejo sobre cómo escribir una novela de éxito. Treinta y una recomendaciones que merecen por sí mismas un comentario que tengo intención de recoger en este blog.
Pueden creerme si les digo que no llevo comisión, igual que, dadas las fechas en que estamos, me atrevo a recomendaros La verdad sobre el caso Harry Quebert, como un excelente obsequio que regalar o regalarse.   

sábado, 7 de diciembre de 2013

De Madrid al cielo



De Madrid al cielo, dice el dicho castellano, y añade a continuación: y desde el cielo un agujero desde el que poder ver Madrid. Así de orgullosos han visto siempre a Madrid los madrileños, y así la hemos visto también nosotros, foráneos de esa ciudad excitante y emblemática que siempre hemos sentido un poco nuestra. Una ciudad que, sin embargo, de cara al exterior no atraviesa, parece ser, su mejor momento. Mientras España bate records de visitas de turistas, Madrid los pierde a mansalva. A pesar de su historia, de sus esplendidos parques e inigualables museos, de sus teatros y cines (es verdad que cada vez menos), de su envidiable oferta de bares y restaurantes, de sus comercios, del Real Madrid, el Atlético y el Rayo Vallecano; a pesar de todo eso, es un hecho que la ciudad pierde su encanto y, por alguna razón, los datos cantan, ya no interesa.

Podéis decir a gritos que es la capital de Europa, decía del Madrid de la movida la letra de un conocido tema de Los Refrescos, allá por los años 80. Menos playa, Madrid lo tenía todo, igual que ahora. La diferencia es que entonces la frase expresaba una idea que el imaginario colectivo podía asumir sin problemas. Se respiraba en el ambiente que, liberado de la losa gris del franquismo, Madrid volvía a ocupar el lugar que por su personalidad e infinitos atractivos le corresponde, el de una de las más atractivas capitales del planeta, que llamaba la atención y la curiosidad de medio mundo. La movida promovida por el ayuntamiento regaló a Madrid una impronta de vanguardia cultural que atravesó las fronteras. 

Pero a muchos madrileños aquello no les acababa de convencer. No les parecía serio que el futuro de Madrid se diseñara por quienes patrocinaban la marcha y el jaleo. Incapaces, en su miopía, de comprender que aquello fuera la expresión de las tendencias culturales del momento: en la música, el cine, la pintura, las universidades, las letras, decidieron que era mejor encomendar el futuro de Madrid a quienes creyeron más afines a sus ideas e intereses. Así le dieron el poder del ayuntamiento a la derecha de siempre, dispuesta, como siempre, a poner orden a tanto desenfreno y, como diría Rajoy en uno de sus alardes de transparencia, a hacer las cosas como Dios manda, es decir, a hacer las cosas bien hechas. Y así se hicieron y así vino lo que habría de venir: al cierre de locales emblemáticos sobrevinieron el de las salas de cine y los teatros, después llegó el afán por las obras sin cortapisas del déficit, el tamayazo y la inefable Esperanza Aguirre, con su secuela de vergonzosos pelotazos sin complejos, Gallardón, tan de derechas como ya sabíamos y ahora comprobamos, y como cenit y compendio paradigmático, el esperpéntico relaxing cup de Ana Botella.

Bajo los gobiernos de la derecha, el ayuntamiento de Madrid no ha sabido o, probablemente, no ha querido promover una cultura propia que expresara el enorme potencial de dinamismo y creatividad que atesoran los madrileños. La derecha nunca se ha fiado de la cultura, quizá porque la cultura no se deja controlar y ellos, tan liberales como se proclaman, no soportan que algo pueda escapar a su control. Así las cosas, Madrid no ha forjado una identidad cultural, y se ha convertido en una ciudad adocenada que no tiene nada verdaderamente propio y distinto que ofrecer.

Y aquí estamos, veinte años más tarde, rememorando y reeditando grandes temas de los 80, perplejos porque Madrid, una ciudad fascinante, ha perdido su sitio y su carisma, y al parecer no interesa.  


jueves, 5 de diciembre de 2013

Otra forma de publicar

Entre reseña y reseña, hoy quiero hablaros de un recurso para escritores que descubrí hace unos meses y que  me ha parecido interesante compartir. Tal vez lo conozcáis, se trata de entreescritores, una plataforma de autopublicación distinta de otras opciones bien conocidas como Amazon, Bubok, Lulú y demás, más bien orientadas al propósito de venta. Entreescritores se autodefine como una red social donde los escritores pueden ser publicados con el apoyo de los lectores, y consiste, básicamente, en una plataforma a la que los autores pueden subir sus libros para ofrecerlo gratuitamente a los lectores. A los lectores, por su parte, se les da la posibilidad de expresar opiniones y valoraciones, en función de las cuáles la web crea un ranking de acepciación de cada obra. Se supone que alcanzar las mejores posiciones de ese ranking incrementa las posibilidades de que alguna de las editoriales que colaboran en el proyecto se interesen en la publicación. 
Más allá de las expectativas de lograr la ansiada publicación que ronda a todo escritor, a mi modo de ver, el interés del sitio reside en proporcionar la oportunidad de que la obra sea leída y comentada por un público interesado por los libros y los nuevos modelos de difusión. Cualquiera que escriba alcanzará a comprender lo importante que es llevar su obra más alla del círculo próximo y necesariamente reducido de amigos o familiares, lo que no resulta fácil. Entreescritores brinda esa oportunidad, con el valor añadido de reunir lectores con un perfil peculiar, dispuestos a sondear más allá de lo que las editoriales se deciden a publicar.
En un momento en que hay tanta gente escribiendo y, en contraste, son tan pocas las oportunidades que ofrece el modelo editorial convencional, saturado y conmocionado por la tecnología digital, propuestas como entreescritores abren la puerta a nuevas fórmulas de publicación más democráticas, que conviene observar con atención.
El acceso a la plataforma es gratuito para el lector, aunque no para el autor, que deberá abonar 9,9 euros por la publicación de su obra, un precio razonable que no parece que vaya a echar a nadie atrás. Por lo demás, el manejo de las herramientas del sistema es bien sencillo y accesible a cualquier usuario medio de Internet.
Os animo, por tanto, a que visitéis el sítio y, si sois autores, considereís el recurso que se ofrece. Es una opción que da resupuesta a una necesidad que sentimos muchos escritores: hacer ver lo que escribimos y pulsar la opinión de los lectores. 
También os dejo el enlace en el que podéis acceder al manuscrito que acabo de publicar.