Esta crisis tan profunda, además de dolorosas heridas, esta dejando también su huella en el lenguaje. Aparecen nuevos vocablos y otros antiguos se revitalizan o cobran insospechados sentidos.Vamos a examinar unos cuantos, y de paso ver qué significan. Hay voces que denominan agresiones, pues no son otra cosa los recortes, esa amarga e inútil medicina con que nos matan con la promesa de curarnos. Lo mismo se puede decir de los ajustes, que vienen a ser su sinónimo, y significan la voladura controlada de la sanidad, la educación y el sistema de pensiones públicos, en la evidente intención de hacer negocios con los amigos. Como coartada para semejante despropósito se apela al riesgo de rescate, curioso término que encierra una contradicción en sí mismo, porque todo el mundo sabe que un rescate no sería para salvarnos, sino más bien para hundirnos. Como artífices del cotarro nos encontramos un curioso triunvirato: Europa en manos de un gobierno conservador donde los haya, un FMI con sus tres últimos directores imputados, y una cohorte de agencias de raiting, que no obstante su probada incompetencia, se permiten aconsejar y aun exigir sacrificios en beneficio de la codicia voraz de los mercados, esos entes anónimos y amorfos para los que nuestros gobiernos acaban trabajando.
Al otro lado los ciudadanos claman contra los desahucios despiadados, exigen la dación en pago, una figura de elemental justicia que funciona en medio mundo, si bien en nuestra querida España al parecer es inviable, y a gritos denuncian estafas como fueron las llamadas preferentes, con las que se ha robado a los ancianos sus ahorros. Es normal que estemos indignados de ver tanta injusticia y sentir que nos toman por idiotas; pagando el precio de la burbuja inmobiliaria, una orgía de corrupción en la que otros se llenaron los bolsillos. Con descaro nos acusan de haber vivido por encima de nuestras posibilidades y, para engañarnos, nos piden paciencia y nos anuncian un remedo de esperanza en un futuro en el que nada volverá a ser como antes; como si lo de antes fuera el paraíso.
Y hay quien se extraña de que exista escrache, y dicen que no es democrático cuando son ellos los primeros en pervertir la democracia; los que sin rubor incumplen sus programas y prometen una cosa para hacer exactamente lo contrario; los mismos que amparan y compran el silencio de los corruptos; los mismos que deliberadamente mantienen un sistema judicial obtuso y manipulado, incapaz de hacer justicia. Y esos demócratas de salón y cuello blanco se atreven a llamar terrorista a quien, porque sufre y nada tiene que perder, porque lo ha perdido todo, protesta y les exige soluciones en las puertas de sus casas.
Pues que se vayan enterando, y que se vayan marchando. Si no saben o no quieren arreglarlo, que dejen paso. Que la gente ya está harta.