Existe
una realidad que se impone inexorable. Casi cuarenta años después de su
aprobación, la Constitución no responde a las necesidades del momento y
requiere una profunda revisión. Si en 1978, tras una larga, cruenta y penosa
dictadura, la preocupación principal del poder constituyente radicaba en la
defensa y garantía de los derechos y libertades ciudadanas, hoy, tras
experimentar los efectos sociales de una crisis económica sin precedentes, la
protección de los derechos sociales y económicos de los ciudadanos también
reclama un grado de protección que entonces no se consideró necesario. Del
mismo modo hoy se evidencia insuficiente la solución de la organización
territorial del estado con que la Constitución de 1978 pudo dar respuesta a las
aspiraciones de mayor autonomía que reclamaban casi en exclusiva las
comunidades históricas, al tiempo que el devenir de los acontecimientos ha
revelado graves disfunciones en el comportamiento de las Administraciones
Públicas y otras instituciones básicas del Estado que deben ser dotadas de
mayor eficiencia y eficacia, y sometidas a controles más intensos.
Ello
no obstante, calificar despectivamente como “régimen” el modelo constitucional
surgido del 78 me parece una falacia, como lo es responsabilizar a la
Constitución de los efectos devastadores de la crisis y del grado de deterioro
institucional y social que la crisis está poniendo al descubierto.
La
Constitución no es causante de la crisis ni constituye un impedimento para su
superación; han sido las políticas conservadoras las que nos han traído a esta
situación insoportable. Ha sido con esta constitución como han visto la
luz las pensiones no contributivas y se consideró que las becas debían ser un
derecho, aunque luego el PP se ha encargado de recortarlas. Fue bajo los
dictados de la Constitución cuando se construyeron y dotaron centenares de
colegios e institutos, infinidad de centros de salud y decenas de hospitales
públicos que conformaron un sistema de salud universal y gratuito envidiable y
envidiado, que ahora el PP entrega a manos privadas o gestiona desde la
perspectiva del negocio. La Constitución permitió que el país se dotara de
infraestructuras que pusieron al país a la altura de los tiempos.
La
Constitución poco tiene que ver con la crisis ni sus efectos. La crisis es
consecuencia de la persistencia de las políticas conservadoras predominantes en
Europa durante las últimas décadas, cuyas consecuencias se han agravado en
España por un gobierno conservador que ha encontrado en las exigencias de las
instituciones europeas la excusa y ocasión perfecta para aplicar su siempre
anhelado programa neoliberal.
En
las pasadas elecciones se advirtió hasta la extenuación del riesgo de que con
las políticas de un gobierno conservador la crisis golpearía con fuerza a los
más débiles. Sin embargo los ciudadanos votaron y otorgaron al Partido Popular
no sólo el gobierno sino una mayoría parlamentaria que le ha permitido gobernar
y recortar derechos sin cortapisas ni contrapesos. Una mayoría conservadora a
la que, por cierto, al igual que a las que el Partido Popular ha venido
detentando en multitud de comunidades y municipios durante años, contribuyó la
indolente abstención de muchos de quienes ahora se han caído del caballo, al
comprobar en sus carnes y con toda la crudeza que eso de la política, que antes
no les interesaba en absoluto, en realidad iba en serio y les afecta muy de
lleno. Los mismos, muchos de ellos, que hoy se entregan con entusiasmo al
discurso incierto y populista de Podemos.
Mas
los tiempos y las circunstancias cambian y hoy se ha puesto de manifiesto que
la Constitución requiere una revisión y parece que se conforma una mayoría
social que la reclama. Por eso la constitución se acabará reformando y, como
siempre ha ocurrido cuando se trata de avanzar y de progreso, a pesar del
Partido Popular, que curiosamente en estos momentos defiende a ultranza la
misma Constitución que en 1978, entonces con la denominación de Alianza Popular,
votó a regañadientes cuando no se abstuvo. No es de extrañar, son los
conservadores de siempre y lo llevan en los genes.