En ésta, al menos para mí, poco conocida novela, el maestro Vargas Llosa nos presenta dos relatos, aparentemente paralelos, que confluyen para conformar una historia fantástica, y a la vez documental, sobre la mortecina realidad de los indios machiguengas; una cultura en extinción que en convivencia con la magia, la mitología y el misterio, aun subsiste, a duras penas, en las recónditas profundidades de la Amazonia.
La historia arranca en Florencia, a partir de la visión de la fotografía de un grupo de indígenas que, en mitad de la selva, atienden a un tipo de extraño aspecto, que les habla esbozando un gesto con los brazos.
A continuación el narrador se remonta a su Perú natal, veinte años atrás, para hablarnos de Saul Zuratas, un judío estigmatizado con un enorme lunar, apasionado defensor de las culturas amazónicas, que un día desapareció y de quien nunca más se supo a ciencia cierta.
Paralelamente, el autor, en capítulos alternos, adopta la voz y el lenguaje de los habladores machiguengas, transportando al lector a la cotidianidad de la selva, y a sus ancestrales mitos y leyendas.
Con este libro Vargas Llosa nos regala una novela densa y compleja, trufada de sabrosos relatos, aventuras y reflexiones en torno a un nuevo colonialismo que de la mano de la codicia, pero también de los lingüistas, etnólogos y religiosos que pretenden estudiarlas o redimirlas, sigue extinguiendo, irremisiblemente, las últimas culturas vírgenes del Amazonas.