jueves, 23 de mayo de 2013

"Habitaciones cerradas", de Care Santos


¿Qué sentiríamos al sospechar que un antepasado nuestro cometió un crimen perfecto? En ese trance se encontrará Violeta Lax, una de las protagonistas de esta novela de Care Santos (Mataró, Barcelona, 1970), que en realidad encierra dos historias que confluyen en una sola que se desarrolla durante décadas; en definitiva una novela de saga, la saga de los Lax Brusés, una estirpe de industriales catalanes cuyo imperio acabará en manos de un brillante y libertino pintor de éxito, imbuido en el hedonismo burgués de los alegres años veinte; al otro lado la llegada de su nieta a Barcelona, más de medio siglo después, cuando la mansión que fue de sus abuelos está a punto de convertirse en un museo. 

En medio una sucesión de relatos a veces en apariencia inconexos, van conformando poco a poco, como un puzzle, la historia de un amor que se convierte en tragedia. En el trasfondo los condicionamientos de la época, la irracionalidad de unos celos acaso injustificados, y la soberbia de quien no pudo soportarlos.

Los personajes centrales son Amadeo y Violeta, unidos por la sangre pero separados por décadas de distancia y por concepciones del mundo completamente diferentes. Con ellos conviven otros muchos personajes principales, arquetipos del pasado y del presente: la matriarca melómana y sofisticada, mujer de ideas avanzadas aunque sometida a los dictados de su tiempo, la nodriza que acabará asumiendo las insustituibles responsabilidades maternales, la dama de alta sociedad, bella y por todos envidiada, que consiente como un deber la infidelidad de un esposo egocéntrico, el amante platónico que se ganará inútilmente el corazón de su amada, los sirvientes que se acomodan a un submundo servil con la conciencia de sentirse privilegiados; también la madre moderna, como es la de Violeta, divorciada, liberada, sin complejos ni cuentas pendientes, el eterno buscador de segundas oportunidades, que es su padre, y la hija despierta e inteligente que en la madurez empieza a conocerse.

En el marco de una trama muy bien documentada, el ritmo de la narración es atrayente y el estilo de la autora, elegante y fluido, logra recrear momentos y atmósferas que se alternan y complementan para dar unidad y coherencia a la novela, desgranando paulatinamente las claves de una historia en la que el encaje de cada pieza prepara el de la siguiente. 

Resulta original el diálogo epistolar a través de los correos electrónicos que Violeta se cruza con su madre, en una dinámica narrativa que cumple perfectamente su función, convirtiendo a la protagonista en narradora de los episodios actuales, mientras que el resto del relato es confiado a un narrador omnisciente.

Sorprendentes las descripciones de los cuadros, que se hacen vívidos en la imaginación del lector, y brillante el recurso con que se finaliza la novela, rebobinando la historia en un viaje fantasmal hacia el pasado.

En suma una novela interesante y muy recomendable.


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