sábado, 18 de mayo de 2013

Estilo o argumento, ¿qué hace grande a una novela?


Más de una vez me he preguntado qué es lo que realmente hace que un libro sea bueno: si el estilo del autor o el interés de la historia que se cuenta. Alguien dirá que habrá de reunir ambas cualidades: combinar una escritura atrayente con una historia que impacte y nos resulte sugerente. Esta es la respuesta más fácil y precisamente por eso no acaba de convencerme. 

Pienso que cualquier historia puede armar una novela, si se acierta en el modo de contarla. No está de más que el argumento trate una historia fascinante, pero no creo que resulte necesario. En literatura ante todo lo que prima es el lenguaje como forma de expresión por excelencia; de expresión del sentimiento. La historia que se cuenta, el argumento, puede no ser más que la excusa u ocasión en la que el autor puede apoyarse. La primacía de la expresión sobre el fondo está presente en todas las manifestaciones del arte. En la pintura, a menudo, el tema de la obra resulta intrascendente y puramente accesorio. El rostro de un ser anónimo, un paisaje o un conjunto de naturalezas muertas bastan para expresar las condiciones de un genio.

En literatura las cosas no son muy diferentes. Grandes novelas narran historias sencillas escritas con talento extraordinario. En Niebla, a partir del una sencilla historia de amor no correspondido, Unamuno reflexiona sobre la existencia y constuye un hito literario; y en Sunset Park, a Paul Auster le basta una historia gris para describir, eso sí magistralmente, el mundo en que vivimos y sus paradójicas controversias.

Sin embargo, con excepciones, hoy el mercado reclama historias que enganchen, se dice, y la pobreza de la metáfora ya es bastante ilustrativa de por dónde nos movemos. Es la cultura del best seller, el libro grueso, documentado, evocador de historias que interesen a un público mejor cuanto más amplio. Quedan en segundo plano los valores literarios, que comercialmente incluso se pueden convertir en una rémora; no vaya a ser que se indigeste el lector poco avezado a degustarlo.

2 comentarios:

  1. La idea de la nota es buena, pero, sigo creyendo que todas las palabras mueren frente a la comercialización, es casi una barrera infranqueable llena de intereses que no mira más allá de eso. Hay todavía un largo camino para que esta situación se revierta pero tengo fe que el mundo camina hacia su encuentro. Paul.

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    1. La comercialización no debería ser contradictoria con la buena literatura. El escritor debe vender libros para poder seguir escribiendo y eso al fin y al cabo lleva implícito el comercio. Lo que me ha llamado la atención es que algunas editoriales dan preponderancia al argumento frente a la escritura, y creo que eso explica las tramas complicadas y a veces enrevesadas (y absurdas?) que encontramos en lo que se está publicando, cuando a mi modo de ver el valor literario está más en lo que se escribe que en lo que se cuenta. Un buen texto, para mí, es aquel que rezuma talento en cada línea, en cada expresión, en cada adjetivo bien puesto, en cada pensamiento.

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