domingo, 10 de marzo de 2013

Editoriales y autoedición: ¿rivales o compañeras de viaje?




Hace un par de días una periodista y crítica literaria muy metida en estos derroteros, me aseguraba que hoy en día existe la convicción de que la mejor literatura que puede encontrarse, y con toda seguridad una muy buena parte de ésta, no es la que las editoriales están siendo capaces de descubrir y alumbrar, sino la que algunos autores noveles, rechazados por esas mismas editoriales, se están viendo obligados a publicar en internet. 
Compartiendo este comentario en un foro de autores, una compañera me planteaba la siguiente "duda filosófica": si las editoriales son cada día más conscientes de lo que mencionas respecto a las autoediciones, ¿entonces por qué en lugar de modificar sus políticas, parecen estarse "cerrando" cada día más en sus esquemas?...
Después de darle algunas vueltas, la respuesta que se me ocurre es que las editoriales no acaban de encontrar su lugar tras la irrupción de las nuevas tecnologías e internet. La aparición de lugares como Amazon, Bubok y otros similares en la red, les ha privado de la posición de privilegio que antes detentaban como intermediarias imprescindibles entre el autor y el lector. 
A ello se añade que, tal vez por la extensión de la cultura a capas muy amplias de la población, el volumen de producción de manuscritos (buenos y malos, que de todo hay) es incomparablemente mayor al de cualquier otro momento de la historia. Es como si la escritura literaria (y supongo que también la científica) se hubiera democratizado, y al mismo tiempo se hubiera masificado también. En esta tesitura las editoriales, hay que reconocer, se ven desbordadas e incapaces de cumplir su función tradicional de seleccionar y ofrecer en las mejores condiciones lo que, desde su perspectiva, consideren que más interesa al lector.
Una editorial mediana pongamos que limita su capacidad a la publicación de una docena de obras cada año, y sin embargo, al parecer, pueden ser decenas de manuscritos los que reciba cada día. Sólo leer esta cantidad de manuscritos ya requiere un esfuerzo organizativo, intelectual y financiero que la mayoría de editoriales no pueden afrontar. De este modo es lógico pensar que, aun reconociendo a la editorial el intento honesto de seleccionar las mejores o más acordes con su línea editorial, y con independencia de que lo consigan o no, que a la vista de lo que se acaba publicando parece que no lo consiguen siempre, un determinado número de obras cuando menos aceptables se quedarán probablemente sin leer, o en el mejor de los casos serán muy someramente evaluadas. 
Yo no me atrevo a aventurar cuál será la respuesta que las editoriales acaben dando a esta situación, que es tan nueva para ellas como lo es para los autores el descubrimiento del acceso "fácil" e independiente a la autopublicación en internet. 
Probablemente, a la vista de por donde andan las cosas, el sistema de selección de obras deba diversificarse para adaptarse a las nuevas condiciones, y a los tradicionales lectores de manuscritos las editoriales deban añadir "cazatalentos" que recorran las plataformas de autoedición, algo que ya está ocurriendo, en busca de obras por las que se decidan a publicar en papel, pues este campo todavía permanece bajo su ámbito de control, e insisto en el todavía porque la situación también podría cambiar. 
Por otro lado, y como cada nueva realidad también genera nuevas necesidades, a las editoriales, o a los profesionales que trabajan en ellas, la irrupción de la autopublicación también abre nuevas oportunidades. Al fin y al cabo, la autoedición no deja de ser también una edición; la novedad radica en que ahora depende del autor, no en que resulte prescindible o deba desaparecer. Todas esas aportaciones que suman valor a la obra, la corrección y la difusión principalmente, siguen siendo en alguna medida necesarias para el autor que se autoedita, si verdaderamente quiere presentar una obra digna y llegar en las mejores condiciones al lector. ¿Se trataría de la reconversión de ciertas editoriales en empresas de servicios para el autor? Tal vez. 


Más complicado me parece conjugar los intereses de las grandes cadenas de librerías. Éstas sí entran en franca competencia con la edición digital y por eso no es de extrañar que se muestren reacias y aun hostiles con el fenómeno, sobre todo con la autoedición, que al no estar mediatizada por las editoriales con las que habitualmente negocian, escapa por completo a su control. El lector que compra o se baja un libro de la red no se acerca a la librería, o retrasa y disminuye la frecuencia con que adquiere un libro en papel, y esto se traduce en la cuenta de resultados de la empresa. Así se comprende lo que tan descriptivamente esa misma compañera calificaba como el "boicot callandero", cuando no desdén y menosprecio, que las grandes cadenas de distribución de libros, y los medios de comunicación con los que por lo general están emparentados, casi unánimemente dispensan a la autoedición. 
De momento, para que un medio de comunicación se haga eco del éxito que un libro autoeditado esté alcanzando, su autor deberá esperar a que una editorial convencional se decida a publicarlo en papel. 
De momento, pero ya veremos hasta cuando. 


4 comentarios:

  1. ¡Muy buen post Andrés!
    No creo que todas las editoriales se cierren, aunque también es cierto que no todas miran hacia fuera de sus paredes. Algunos sellos miran atentamente "lo que se cocina en Internet" y hay casos de blogueros que han publicado un libro gracias a su presencia en Intenet. Una de las claves está en lo que tú mencionas: el esfuerzo organizativo, intelectual y financiero, sobre todo financiero y económico. ¿Cómo una editorial puede revisar manuscritos, evaluarlos, etc. y buscar talento en la Red cuando cada vez menos gente trabaja en ellas? ¿O cómo puede hacer una editorial para contratar profesionales freelance que trabajen para ella, y realicen estas tareas, cuando el ajuste de costes es ahogante? En tanto no se cambie el modelo de negocio -basado exclusivamente en el papel-, desde el estado actual, lamentablemente, no se podrán destinar recursos a nuevas alternativas de edición y nuevos autores. Y para ello está la autopublicación, al alcance de la mano de cualquier que desee y se anime a hacerlo.
    La reconversión de ciertas editoriales en empresas de servicios para el autor es una opción, siempre y cuando no se engañe al autor con "coediciones" donde el autor asume todo el riesgo, incluso el económico, y la editorial solo pone “el nombre y la trayectoria”.

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  2. Gracias por tu comentario, Mariana.
    El tema de la coedición requiere su propio espacio y atención. Particularmente es un sistema que no me gusta. Puestos a invertir prefiero llevar el control y contratar aquellos servicios que precise, ya sea la corrección o la difusión que son los que veo más importantes.

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  3. Comparto vuestros análisis. Las editoriales serias están un poco descolocadas con el impacto de la edición digital y la auto edición. Pero creo que hay que poner -no sé quién- un poco de orden. La avalancha de obras que salen al mercado tampoco es normal, ni pueden ser todas buenas. La editorial tradicional seleccionaba o, simplemente, tiraba de lo que en ese momento le interesaba. Las editoriales más pequeñas, por otro lado, han salido como hongos. ¡Yo no he visto más editoriales por todos lados en todos los días de mi vida! Sintiéndolo mucho, gran parte de esas editoriales lo único que hacen es aprovecharse de la ilusión de los noveles y de su esfuerzo como autores. Mi experiencia personal me lo demostró. Publiqué en 2011 mi primera novela (escrita en tercer lugar) con una editorial que se limitó a hacer de impresor. Nunca llegué a conocer personalmente al editor, solo hablé unas pocas veces con él. Hice alguna corrección en la maqueta -que me mandó a regañadientes- y no la llevaron al texto. El acuerdo era que yo respondía de 100 ejemplares el día de la presentación. Yo cumplí, y ahí murió mi novela Cien pedazos. El ejemplar valía 19€. Echando cuentas, vi que el editor cubría costos y ganaba algo. Su estrategia es la cantidad, es decir, que publica constantemente muchas novelas. Ese es el negocio. Luego, el autor vende lo que es capaz de vender él. Nada más.
    Voy a publicar mi segunda novela: La desobediencia de los significados. Pero lo voy a hacer yo. Auto edición. Puesto que nada me aportó aquella editorial, no le voy a facilitar a ninguna más que gane dinero -aunque sea poco- conmigo. Cuento con profesionales free lance que me está ayudando a editarla y todo va viento en popa. Incluyendo una estrategia on line para apoyar la novela y generar ventas. Esto me ha supuesto implicación y muchas horas de trabajo, pero no tengo otro camino. Los "piratas" que se vayan al mar y al siglo XVIII.
    La presento en Sevilla, el mes que viene. Y si todo va bien, en otoño presentaré otra: La gubia del picarazán. Y si todo va bien, en primavera del 2014 presentaré, Parábola de un cura enamorado. Y si todo va bien, en otoño de 2014 presentaré La voz de tus sueños. Y paralelamente, iré subiéndolas a la red. Si generan riqueza, además de literaria, será para su autor. Para mí. Animaos, chicos. Internet y nosotros, es la nueva estantería para nuestras obras. Gracias.

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    1. Mucha suerte, Julio, en todos tus proyectos. Al final parece que hay una línea emergente que se va imponiendo. Publicar con una editorial de las de verdad puede ser una quimera que nos acabe frustrando; no debemos caer en el error de negarnos a publicar si no la conseguimos, sencillamente porque no es necesario. Sólo hay algo que sí debemos exigirnos, publicar con la mayor dignidad de que seamos capaces; en eso sí debemos empeñarnos y recurrir a quien pueda asesorarnos y ayudarnos: en la edición, en la difusión, como tú estás haciendo. Muchos ánimos.

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