domingo, 11 de marzo de 2012

Sobre la cronología procesal del caso de los ERE


A estas alturas resulta una evidencia que en la campaña de las elecciones andaluzas el Partido Popular se está centrando monotemáticamente en la explotación del famoso caso de los ERE, en el que el Gobierno de la Junta, aun a su pesar, se encuentra envuelto.

El Partido Popular se ha encontrado, otra vez, con el regalo inestimable de la plena actualidad de un caso judicial que apunta a su adversario, y cuya trascendencia mediática, importancia y gravedad, van a pesar inevitablemente en la decisión electoral de un buen número de andaluces, quien sabe si hasta el punto de decantar el ajustado resultado que vaticinan las encuestas.

Si consideramos que en cada cita electoral los ciudadanos evalúan la gestión de sus representantes, es evidente que la irrupción de tan turbio asunto en la campaña deja perjudicados y beneficiarios directos a su paso.

Se podría pensar que cada cual es responsable de sus actos, y que si alguien ahora se ve perjudicado es porque antes consintió o no supo ver el escándalo. Esta visión parece razonable, pero también la percepción de una preocupante sincronía entre las actuaciones judiciales del caso y los últimos procesos electorales.

Si hacemos un poco de memoria podremos recordar que el escándalo de los ERE plantea una primera controversia judicial justo en los meses previos a la celebración de las últimas elecciones municipales, cuando la jueza que instruye el caso decidió reclamar a la Junta de Andalucía la remisión de las actas del Consejo de Gobierno, dando lugar a conflicto de competencias que hubo de zanjar el Tribunal Supremo.

Al margen de las disquisiciones jurídicas, la dimensión política de la controversia tuvo su propia dinámica y efectos, pues permitió al Partido Popular explotar electoralmente el sorprendente argumento de que continuando en poder de la Junta no se garantizaba que las actas no fueran manipuladas. Aquella petición dejaba caer una sombra de sospecha sobre un poder del Estado cuya legitimación democrática es cuando menos igual a la del órgano judicial que las reclamaba.

Resuelta la controversia sobre las actas la instrucción judicial continuó su curso sin grandes sobresaltos, hasta que a mediados del mes de noviembre, apenas cinco días antes de que se celebraran las elecciones generales, la jueza dictara un auto en el que apuntaba responsabilidades de Griñán, Presidente de la Junta y máximo dirigente de los socialistas andaluces.

Ello dio pie a que Alfonso Guerra, unos días antes de que aquello trascendiera, denunciara una “dosificación del calendario judicial”, al tiempo que apuntaba la existencia de ciertas relaciones entre la jueza y el alcalde de Sevilla y destacado dirigente del partido popular, las mismas que fueron contundentemente protestadas pero nunca desmentidas.

Así las cosas, pasadas las elecciones generales y constatado el retroceso electoral del Partido Socialista y la espectacular progresión del Partido Popular, el caso de los ERE vuelve a retomar un curso más o menos sosegado que le lleva hasta estos días, cuando coincidiendo con el inicio de las elecciones andaluzas la jueza decide oír en declaración a los implicados en la trama, provocando un paseíllo judicial que copa las portadas de los principales medios, y que concluye en un auto que decreta la prisión provisional del principal inculpado, entre cuyos fundamentos se deja caer la sospecha de que en el escándalo están implicadas las instancias políticas del gobierno.

Esta oportuna dinámica procesal puede que sea la normal consecuencia del aséptico trabajo de una jueza cuya única y exclusiva finalidad es impartir justicia ciegamente, sin reparar, por mor de esa ceguera, en cuáles puedan ser las consecuencias, ni quiénes sus perjudicados y beneficiarios.

Sin embargo el planteamiento del agravio resulta inevitable cuando asistimos, por ejemplo, a otras decisiones de parecido calado, como fue la de juzgar al Sr. Camps, que el Tribunal decidió, ¿acaso con mal criterio?, posponer hasta que las elecciones se hubieran celebrado.

Es verdad que las cosas no siempre son lo que parecen, aunque lo parezca.

  

jueves, 8 de marzo de 2012

Se ha ido


Hace ya varios días que no está entre nosotros. Ahora es un vacío lo que siento en cada instante. Se ha ido y aun no puedo aferrarme a sus recuerdos. Llegará el día en que su memoria probablemente me dibuje una sonrisa, pero ese día todavía no ha llegado. Lo que ahora siento es su ausencia en cada rincón en el que acostumbraba a encontrarlo; busco y no encuentro esa mirada noble que andaba por mi casa alerta a cualquier gesto; una mirada de profunda bondad, de lealtad, de amor sin límite, incondicionado. Repito los ritos acostumbrados y todos me parecen incongruentes, vacíos o incompletos. Salgo a media tarde y siento que me falta algo, y entonces reparo en que son sus pasos apresurados que han venido corriendo a mi llamada, y su plácido deambular a mi lado, y su jadeo cadencioso en el regreso. Algo falta, y uno lo siente y no logra acostumbrarse. Ya nunca podré abrazarlo y apretar con mis dedos su cuerpo fuerte y pequeño. Ni podré alzarlo al aire cuando estalle de alegría, ni escucharle romper el silencio y regañarle medio en broma medio en serio. Ni podré ya tocar sus orejas puntiagudas, ni sentir su lengua áspera y caliente. Ni acariciarlo. Ya no viene a buscar mi mano cuando estoy sentado, ni me recibe cuando llego a casa. En vez de él es el silencio el que me ladra cuando subo los peldaños, para decirme que no está, que ya se ha ido.






miércoles, 7 de marzo de 2012

Anonymous, ¿quiénes son?

Hay noticias con los ingredientes de una intriga de altos vuelos, y la virtud de plantear tantas preguntas como respuestas.

Eso es lo que me ha sugerido leer que el FBI ha detenido a cinco ciberpiratas al parecer vinculada a Anonymous, esa emergente franquicia del ciberterrorismo mundial, cuya actividad, autoproclamada revolucionaria, parece ser que invade y se expande en la red, como un ángel justiero que pretendiera poner en jaque a cuantas estructuras políticas o económicas (si es que hoy cabe distinguirlas) se integran en el poder mundial oficialmente establecido.

Se acusa a los detenidos de incordiar encarnizada y soterradamente a instituciones tan poderosas como Visa, Mastercard o Paypal, como venganza por negarse a canalizar las donaciones dirigidas a Wikileaks, con quien mantienen vínculos estrechos, gobiernos de distinto signo y condición, y otras curiosas entidades cuya existencia y actividad resulta cuando menos sorprendente, como es el caso de una firma de nombre Stratford, dedicada a la inefable tarea de elaborar análisis geopolíticos a gobiernos y empresas, de la que al parecer la mencionada ciberorganización ha logrado hacerse con los datos personales de sus 869.000 clientes.

Además de talento informático estos ciberpiratas demuestran tino al fijar su atención en la clientela de esa "CIA en la sombra", cuyos servicios de espionaje se ofrecen y prestan a las principales multinacionales y servicios secretos del mundo, y al parecer a otra interminable legión de interesados.

Con tal saña y decisión el sistema se emplea en la defensa de esos datos personales, que el cabecilla de la banda se enfrenta a una acusación de 124 años de prisión, lo que desde luego no se impone por cualquier minucia.

Pero la noticia encierra más jugosa información, como que uno de los detenidos, conocido como Suba, simultaneaba su militancia ciberterrorista con la no menos inquietante actividad de confidente infiltrado, al servicio del taimado FBI, fruto de la cual se han producido las otras cuatro detenciones y su sospechosa puesta en libertad.

Si es verdad que el rostro es el espejo del alma, el que se ha difundido del tal Suba no trasmite la mejor impresión. La imagen que se divulga nos presenta a un ser de aspecto abyecto y despreciable. Sin embargo, a la vista de a quién interesa su desprestigio, uno se pregunta, al menos yo lo hago, si  no nos encontramos ante un propósito deliberado de querernos hacer ver lo blanco negro.

viernes, 2 de marzo de 2012

A vueltas con el velo, ahora en el deporte

Acabo de leer que la ONU apoya que las mujeres musulmanas jueguen al fútbol con velo. La noticia reincide en un debate abierto en el que es fácil que se confundan los conceptos. Desde occidente, además, se aborda desde una visión un tanto cínica y cuando menos chovinista.
Es muy generalizada la opinión de que el uso del velo expresa la sumisión de la mujer musulmana, sin advertir que si lo consideramos tan superficialmente, el de la minifalda, por ejemplo, se podría también interpretar como un tributo de la mujer a los cánones machistas preponderantes, un planteamiento que todos sabemos que no es correcto.
La postura ante el velo musulman no creo que deba fundamentarse en la interpretación de su significado último, cuestión siempre discutible y complicada, máxime si anda la religión por medio, sino en el de su incidencia en la libertad individual de las mujeres. 
Desde este punto de vista no hay mucha diferencia entre el hecho de que una mujer prefiera cubrir su rostro con un velo, o bien se complazca en lucir los atractivos de su cuerpo. Es cuestión de prefrencias.
Vivo en una ciudad en la que muchas mujeres usan velo, y me consta que, dentro de los inevitables condicionamientos culturales, la gran mayoría lo hace libremente. No es este uso del velo algo que deba ser mirado con recelo, como no lo es la decisión de una mujer occidental de lucir un escote pronunciado.
Al margen de nos gusten más o menos, ambos comportamientos son respetables y como tal deben ser respetados. 
La cuestión es distinta cuando la indumentaria de la mujer viene impuesta por el hecho de serlo, ya se trate del velo de la mujer musulmana, como de la longitud de la falda de unas azafatas. Lo relevante es si la mujer está obrando líbremente, porque la libertad, a diferencia de las preferencias y los atuendos, es un valor universal que sí debe ser preservado.
Es en esto en lo que las autoridades de la ONU debieran fijarse. En si el uso del velo en el deporte viene impuesto.